Estos son algunos relatos que explican el origen de mundo para los pueblo guaraníes
Fuente: Graciela Chamorro, Academia de Misión de la Academia de Hamburgo, Alemania
Jasuka: El Principio del Ser y del Ser Creador
Un primer ciclo de relatos míticos muestra que los Guaraní (pueblos Mbyá y Kaiováo Paĩ-Tavyterã) perciben lo divino como una especie de principio activo del universo, que denominan Jasuka. El Ser Creador se origina en una sustancia madre y crece mamando en su "seno". Esta imagen llevó a pensar que los relatos eran fragmentos de una antigua creencia guaraní en una madre universal.
Se deduce que los Guaraní, al imaginarse lo sobrenatural como una sustancia creadora y mantenedora rescatan la imagen de la mujer como sinónimo de vida, que no es la de la mujer de los relatos míticos del ciclo de los hermanos, «Nuestra Madre», es confinada a una peregrinación de trágico desenlace. Pero los Guaraní aspiran a reencontrarse con la Verdadera Madre Originaria, Jasuka, que, para unos, vive en lo profundo de la oscuridad, y para otros, en la «tierra sin males»
Ñande Ru, Ñande Sy y Mba’ekuaa: Los ancestros
Otro grupo de relatos muestra que la familia es el marco dentro del cual lo divino adquiere contornos personales para los Guaraní. Ella está integrada por Ñande Ru, (Nuestro Padre/Abuelo), Ñande Sy, (Nuestra Madre/Abuela) y Mba’ekuaa, la (Sabiduría) o (Aquel-que-sabe). (Último-primero), resplandeciente y (elocuente dueño de la palabra) son algunos de los epítetos que refieren al Ser Creador y antepasado de los Guaraní. Él se forma a partir del fluído vital, se crea y se descubre en el curso de su propia evolución. Con la extremidad de la vara insignie que lleva en sus manos forma y sostiene la tierra y origina la economía, pues es el primer personaje de la historia del grupo que cultiva. Según los Apapokuva, a medida que este ser avanzaba, echando los árboles, las semillas brotaban solas y, cuando él retornó del trabajo, ya había choclo. Según algunos relatos, «Nuestro Padre» creó a su compañera, «Nuestra Madre», con el centro de su cofia ritual; según otros, él la encuentra debajo de
una olla de barro o de un canasto. Cuando ambos ya estaban para multiplicarse, entra en escena «Aquel-que-sabe», ocasionando un malentendido entre ellos. El conflicto adquiere diversas tonalidades según el relato de los diversos grupos guaraní.
Los Kaiová destacan lo siguiente: Papa Réi habría llegado a la casa de la pareja encontrando sóla a «Nuestra Madre», pues «Nuestro Padre» estaba en el rozado. Al enterarse de la visita, «Nuestro Padre» supuestamente se enfureció porque creyó que Papa Réi habría fornicado con «Nuestra Madre». Decidió entonces abandonar la tierra y subir a su morada celestial. Se despidió de su esposa desafiándole a reencontrarlo, para probarle su fidelidad, y se marchó, pero no antes de enviarle un viento muy fuerte, como para provocar la ira de «Nuestra Madre». Pero ella no se enojó, sino que juntó todas sus fuerzas y con su bastón de ritmo y el canto sagrado de las mujeres se opuso al poder destruidor del «viento fuerte».
La versión de los Apapokuva destaca que, llegando a casa, «Nuestro Padre» pidió a su mujer que fuese a traer maíz del sembrado. Ella no lo habría tomado en serio, pues él recién había hecho la sementera. Su esposa agravó la situación diciéndole maliciosamente que no estaba embarazada de él, sino de Aquel-que-sabe. «Nuestro Padre» no le contestó y abandonó el lugar, ocasionando con su partida un proceso migracional. Y la primera a emigrar fue su esposa, que estaba encinta de gemelos, «Nuestro Hermano Mayor» y «Nuestro Hermano Menor».
Verdaderos Padres y Madres
«Nuestro Padre Último-Primero» creó su divino cuerpo «de las tinieblas primigenias» y existía iluminado por el reflejo de su propio corazón.Él existía en los Vientos Originarios. El aparece como «el verdadero Primer Padre Ñamandu», quien mediante la sabiduría contenida en su propia divinidad y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina y, habiéndose erguido, creó el origen del lenguaje humano, concibió el fundamento del amor y el origen de un himno sagrado.Habiendo creado todas esas cosas en su soledad, él no se conformó, reflexionó profundamente y tuvo el deseo de crear a quienes podría hacerles partícipes de esos dones. Concedió así conciencia de divinidad a cuatro seres43: Ñamandú, Karaí, Jakairá y Tupã; a quienes instituyó como verdaderos padres de los futuros Ñamandú, de los futuros Karaí, de los futuros Jakairá y de los futuros Tupã, respectivamente. Las parejas Ñamandú, Karaí, Jakairá y Tupã fundan los patronímicos sagrados y son los progenitores de los seres humanos que poblaron la «primera tierra», cuya creación se relata en el capítulo tres del Ayvu Rapyta.
Tekojára: Espíritus
Otra categoría de seres sobrenaturales son los que los Guaraní denominan «protectores y protectoras» o «dueños y dueñas» (-jára) de plantas y animales, de los bosques, de las criaturas y de las facultades del ser humano. Esos seres «sobrenaturales», hoy también llamados espíritus, son especies «originales» (ete), ancestros de los seres por ellos protegidos. Una especie de remanecentes de la «primera tierra». Ellos conocen su «modo de ser» (tekokuaa, ijarakuaa) y son seres completos (ijaguyjéva), diferenciándose en eso de las plantas, de los animales y de los humanos por ellos protegiods, que son seres incompletos. Los Tekojára pueden actuar positiva o negativamente sobre el ser humano. Los Guaraní los suelen invocar en ritos de carácter más familiar, antes de ir a cazar, con la intención de ganar su benevolencia o de aplacarlos por el mal «necesario» —la propia subsistencia— que representa la muerte del animal cazado. Así, los cantos entonados en esos ritos son una especie de lamento fúnebre —entierro simbólico del animal— y un acto de encantamiento de la presa, que se desea conducir a la trampa. Los Guaraní atestiguan de ese modo tanto su dependencia de los animales y de las plantas como su reverencia por esos seres, que siendo seres con alma no pueden ser sacrificados sin más. Como cuidadores y cuidadoras de los seres humanos, los Tekojára son algo así como objetivación de la palabra-alma de la persona, un «yo» adicional que guía y ampara. En fin, ellos son entre los seres sobrenaturales los que dan una cierta característica animista a la religión guaraní. Existen los «dueños» de los montes, cerros y peñascos, de los animales de caza, cultivos y caminos, que son invocados sobretodo individualmente. Un ejemplo es el Kurupi o Korupira, que integra el folklore paraguayo y brasileño como protector de los animales de caza y de la selva de la voracidad del cazador. Aún así, yo diría que no se trata de que los Guaraní sacralicen los animales y las plantas, sino que por su intermedio son invadidos por la idea de un tiempo-espacio original, por la imagen de la «primera tierra», que emerge a la conciencia y da sentido a su existencia.