martes, 19 de febrero de 2013

Dios guaraní


"partiendo de la reverencia de los Guaraní por ocasión de la caída de rayos, él dedujo que ellos llegaron al conocimiento de la existencia de Dios y de su unidad. Según él, analogías entre la lengua guaraní y la hebrea permitían equiparar el término aborigen Tupã —que los indígenas exclamaban al oir el trueno— con el vocablo cristiano «Dios». Es basado en esa supuesta analogía con la lengua hebrea que Montoya tradujo las expresiones de la teología cristiana al guaraní. Mucho menos osado en su interpretación fue el jesuita Manoel de Nóbrega, llegado al Brasil en 1549. Meses después de su arribo, escribió en una carta que los Tupinambá no adoraban cosa alguna, ni conocían a Dios, de modo que el único vocablo de que se disponía para hablarles de Dios era Tupana, término que supuestamente significaba «cosa divina» y que los indígenas exclamaban al oir los truenos."  La buena palabra, experiencias y reflexiones religiosas de los grupos guaraníes (Graciela Chamorro, Academia de Misión de la Academia de Hamburgo, Alemania)


Tubá
es una entidad espiritual concreta y viviente que podía relacionarse con los hombres, por ejemplo bajo la forma perceptible del trueno. Se manifestaba en la plenitud de la naturaleza y del cosmos, pero nunca en una imagen material.

Ñamandu, el padre bondadoso, el dador de vida y sustento del equilibrio del orden universal. era el dios padre de todos los hombres.

Aña, dimensión de la realidad espiritual, el MAL. Esta fuerza maléfica era la generadora de la muerte, la enfermedad, la escasez de alimentos y las catástrofes naturales.
Tierra sin mal Para los guaraníes esta tierra y esta vida no eran la perfección. Existía un lugar donde todo era perfecto, la Tierra sin Mal. La vida del hombre era un andar hacia aquel sitio, al que se podía llegar luego de la muerte física, y en algunos casos excepcionales corporalmente, sin pasar por el trance de la muerte. La Tierra sin Mal no constituía un mito para los guaraníes. Era un lugar real, concreto, que se ubicaba imprecisamente hacia el este, más allá del Gran Mar (océano Atlántico). Esta creencia en la Tierra sin Mal generaba periódicamente grandes migraciones en su búsqueda, inspiradas por el mesianismo de algunos paí.


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